#MareaVerdeValencia/España: Noe Costas / Consideraciones sobre la IVE


Desde Argentina compartimxs este documento elaborado por 
Noe Costas : aquí lo copiamos y pegamos para debatir y seguir haciendo historia !! Gracias por compartir materiales que siguen aportando :

“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”

La lucha por los derechos y esperanzas de las mujeres, le ha dado un giro para su estructuración y organización con su grito de rebelión ante las injusticias de carácter local. Y representa el punto de partida para una lucha actual totalmente necesaria y urgente con la Campaña IVE, que también maduró en su denuncia global y culminará como una apelación a la Iglesia y a la conciencia mundial sobre criterios de política, salud pública y espiritualidad.

Como Mujeres Feministas Humanistas nos sentimos parte y expresamos el apoyo al Proyecto de Ley de IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo) impulsado con la Campaña por el aborto legal, seguro y gratuito.

Nos remitimos a conceptos fundamentales y filosóficos que nos sirven como herramientas fecundas para explicar la opresión de las mujeres y las vías emancipadoras. Reconocemos del feminismo, del nuevo humanismo y de otras autorías, reflexiones que nos anteceden con sus aportaciones y pensamiento sobre la filosofía existencialista, por su concepción de persona humana como valor central, libre y dadora de sentido, lo que nos constituye como feministas humanistas, ya que el feminismo y el humanismo plantean un marco propicio para una teoría de la emancipación de las mujeres, ambos son capaces de provocar movilizaciones concretas.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el aborto inseguro es una de las causas más importantes de mortalidad materna entre mujeres pobres. Unos 20 mil millones son considerados los abortos inseguros anuales. Son 68 mil las mujeres que mueren anualmente por las complicaciones de un aborto inseguro y entre 2 y 7 millones al año sufren complicaciones y enfermedades graves y prolongadas.

Ni concebir ni concepción. Nacer de otra manera.

La Decisión de interrumpir un embarazo o continuar con él debe de quedar reservado exclusivamente a la esfera de libertad de la mujer.

El aborto debe permitirse de manera completamente irrestricta, sin ningún tipo de limitación. Debe hacerse en cualquier grado de desarrollo del embarazo por el sólo hecho de encontrarse un ser dentro de otro.

Cualquier tipo de impedimento o prohibición al aborto es una provocación directa a la libertad de decisión más básica de idoneidad sobre el propio cuerpo de la mujer.

Nuestra capacidad de decidirnos humanas, libres, hasta el final, no está en discusión, sino nuestra oportunidad de ejercer esa capacidad, sin dilaciones ni intimidaciones.

Defender la vida es comprometerse en la lucha para poner fin al ciclo de innumerables violencias que se ejercen contra nosotras todo el tiempo y en todas partes, y esa es una responsabilidad indelegable del Estado. Sin intervención de religiones de ninguna índole.

Respecto de nuestra situación vital nos preguntamos:

¿Que mirada tenemos ante la vida?, ¿ante la vida nuestra?, ¿ante la vida de otras? Y no nos referimos solo a la viabilidad de satisfacer necesidades básicas mediantes las cuales una criatura pueda subsistir porque si es por subsistir, subsisten también los animales.

En este mundo social que modifica el estado natural y animal de la persona humana, un mundo social e histórico donde la mujer como persona humana, se encuentra en una determinada situación vital que no hemos elegido, sumergidas en un mundo plagado de agresiones físicas y mentales que registramos como dolor y sufrimiento, en el que el propio cuerpo es parte de la naturaleza.

Un mundo en el que todo lo producido por la humanidad está "cargado" de significado, de para qué‚ de sentido, de intención. Y es esta intención que nos invita a reflexionar sobre nuestros orígenes y está lanzada a conocernos a nosotras como personas humanas, a movilizarnos contra los factores agresivos tratando de superar el dolor y el sufrimiento.

Un mundo con una construcción social-cultural global, pactada entre unos pocos, asociada a la convención cultural -mujeres /naturaleza- por su rol en la reproducción humana. Y ha basado como célula básica fundamental la sexualidad de la mujer, en lo privado y en lo público ha depositado en ella el deber de cuidar y sostener el desarrollo de los otros, de la familia, de la comunidad.

Desde esta mirada el propio cuerpo, es experimentado para la mujer como algo enajenante que se impone: inaprensible para ellas mismas, por la exigencia de ser mujeres relegadas como "procreadoras"; incivilizadamente "inferiores"; en su mayoría desposeídas de los medios económicos como proyecto, y como criaturas inmaduras para tomar decisiones sobre su propio cuerpo, sin encontrar nunca su propio deseo, cumpliendo con la convención social de no estar en contacto con el propio deseo por ser un requisito de aceptación que afecta su autoestima. 

Desde una mirada humanista el cuerpo humano se distingue por su desarrollo autónomo y por su control sobre sí mismo y sobre lo externo pero en el caso de la mujer se ha considerado como natural o esencial, el ser-para y por-los demás primero, antes que para sí misma.

La apropiación ilegítima de la libertad y la intencionalidad

Las ideologías dominantes, confortándose en su superioridad como “Hombres” han considerado a las personas nativas como "naturales"; a las obreras y obreros explotados como "fuerza de trabajo"; a los pueblos latinoamericanos y africanos como evolutivamente incompletos, como "subdesarrollados", basándose en taimadas jerarquías han tratado a mujeres adultas, como menores de edad y/o seres incapaces para decidir en diferentes aspectos de su vida y así siguiendo, legitimando para su propio bien que estos vivan precariamente.

En décadas anteriores nosotras sin saberlo, hemos renunciado a nuestro derecho a decidir sobre nuestros bienes, nuestro derecho al voto, nuestra espiritualidad, sobre nuestro derecho a disponer sobre nuestro cuerpo, etc. Hoy el estado y la religión no puede sin tiranía imponer sobre sus ciudadanas una concepción del bien, basada en pretensiones que extralimitan su deber democrático, popular y representativo de la población normando y controlando del cuerpo de las mujeres.

Es humillante para una mujer tener que justificar que se ha visto forzada de tomar una decisión “sobre el interior de su cuerpo”, por causas ajenas a su voluntad o por propia decisión, solo para que toda una sociedad global “condene o perdone su decisión” lo cual lejos de limitar el poder del “perdón”, es un planteo indolente desde una condición de superioridad plusvalente, impulsada arbitrariamente con el único interés de no cedernos el derecho de autonomía y toma de decisiones sobre el interior de nuestro cuerpo.


Pues bien, dentro de las ideologías dictatoriales; el cuerpo de las mujeres ha sido robado, ha sido usurpado, a modo de botín de guerra en la mayor parte de la historia, ha sido el espacio de dominación y violencia, el cuerpo es el espacio de cautiverio de las mujeres, cuyas vivencias son ajenas a su propio cuerpo y tiene varias dimensiones: una opresiva, definida por la propiedad y el control de otros sobre su cuerpo; y otra cosificante en la que su cuerpo se le manifiesta como una cosa a la que se debe adaptar de acuerdo con cánones religiosos (aun cuando no profese ninguna religión), morales, sexuales-reproductivos, estéticos y de salud.


Estos sectores son quienes imponen en la sociedad contemporánea una idea de “orden moral”, asociada únicamente a la moral religiosa, que encierra un profundo desprecio hacia la vida humana, hacia la vida de la mujer, y promueve su sometimiento al servicio de los intereses propios y de terceros, así, como ocurre con la manipulación de embriones y la aniquilación de la soberanía del cuerpo de la mujer, empujando a muchas personas a aceptar como “buenas” las actuaciones encaminadas a oponerse a todo lo que nos permite concienciarnos sobre la libertad sexual, sobre una maternidad elegida, sobre el derecho al aborto y la contracepción, y sobre las condiciones vitales que no son consideradas suficientemente aceptables.

Como afirma el nuevo humanismo; “Con su característica ampliación del horizonte temporal, el ser humano puede diferir respuestas, elegir entre situaciones y planificar su futuro. Y es esta libertad la que le permite negarse a sí misma, negar aspectos de su cuerpo, negarlo completamente, o negar a otros con el fin de minimizar el sufrimiento.”

En nuestra opinión la opción moralmente aceptable es el compromiso de la defensa de la libertad, de la intencionalidad y la dignidad humana dentro de un proyecto de vida. 


Nosotras somos mucho más que el cuerpo. Somos conciencia expandida.

Concluimos que el efecto por la expropiación del cuerpo y la mente es un “control biopolítico” que deriva en una dignidad frustrada.

El cuerpo de las mujeres es aún una desventaja para su trascendencia, porque está sometido a la función biológica de una forma mucho más ceñida que el cuerpo de los varones, mucho más ajustada que el de ellos a la naturaleza de la reproducción. Y ya sea por desconocimiento o por no ser conscientes, las mujeres no hemos intencionado a reinventarnos en un cuerpo libre, ni a edificarnos un sistema liberador para enfrentar un desafío de esta índole y el entorno tampoco ha estado construyendo para recuperar la primera persona en nosotras, estamos hablando de un estadío esencial en el itinerario hacia la soberanía, hacia la libertad, des-cubrir en el cuerpo la “cosa en sí”, de ir hacia él, a su interior a su ser más profundo.

Y es por ello que la postura es la deconstrucción del concepto de lo sagrado, una resignificación que apunte a una argumentación clara y reductora de ambigüedades, especialmente cuando remiten a una realidad naturalista del deseo y se extiende con imprecisiones y vaguedades que nos impone el modelo a imitar. Nos toca reflexionar sobre los prejuicios que como especie han promovido un modelo de nosotras mismas, pensadoras desvinculadas por un lado “la mujer que da vida”, "elegidas", "puras", "santas", “virginales”, "inmaculadas", “sagradas” “divinas” cargadas de esta idealización que desprende un proceso mágico, que afirma una y otra vez la primacía de lo divino frente a lo humano, y estalla en una imagen convertida en ese “parto ideal” y por otro lado nos desvinculan de nosotras mismas como a una rival en una eterna contradicción miméticamente, tanto la ciencia como la cultura clerical confluyen depreciando el cuerpo de la mujer porque es acusada de terribles crímenes y por ello sacrificada.

Nuestro cuerpo como especie insta tomando nota de los obstáculos con los que nos encontramos en nuestro camino día a día y las contradicciones. Sabemos que este autoconocimiento crece y continua aupando ampollas en la sociedad, cuando afirmamos que el embarazo es un trabajo, un esfuerzo que expresamos como “desigual”, mientras la sociedad política y religiosa porfía depreciando la vida humana de la mujer, siendo valorada más por su capacidad de servir y reproducir, que por su mismo ser, que por su integridad absoluta; continua invadiendo la esfera más íntima de la mujer, profanando un proceso que solo le sucede a las mujeres, porque maternar nos pasa en el cuerpo, en la intimidad de nuestro cuerpo, en el interior del cuerpo que hoy es voluntariamente cuestionado por su propio compromiso histórico y nos estimula a clarificar los innumerables senderos a través de los cuales nos hemos convertido en este presente que somos. 

“La mujer es algo más de lo que se nos hace creer porque la vida humana no es santa” Tiene sentido desantificar la vida humana en cualquiera de los sentidos que el término tiene en castellano. Es imperativo que la espiritualidad devenga en autoconocimiento racional pleno, sin contracciones, debiendo alcanzar certeza racional acerca del absoluto. Cuando las mujeres nos damos cuenta que somos mucho más que una mente que obedece, analiza y procesa, se nos abre un mundo de posibilidades del que no fuimos conscientes y el cultivo de una nueva espiritualidad, una espiritualidad sin ambigüedades, sin dualidades, sin sumisión a creencias, sin ortodoxias exclusivas y excluyentes. Alentamos una "inserción en el mundo presente” en el cual nuestro cuerpo, ideas, objetos, prácticas y personas "sagradas" no estén mediatizadas por las imágenes que ofrecen las religiones precristianas y otres. 

Nosotras no queremos que nos ofrezcan muletas, queremos eliminarlas y construir un nuevo modo de cultivar nuestra espiritualidad como don inapreciable, basta de programas míticos y simbólicos que estructuran el pensar, el sentir, el decir y el actuar, programas que al sistematizarlo han garantizado a las religiones y a una política social devastadora nuestra sumisión porque los sacralizaban. Y hemos puesto bases en este re-clamo sobre la soberanía de nuestro cuerpo que es un derecho universal, en la apropiación de nuestra sexualidad, del interior de nuestro cuerpo, de nuestra transformación en sujetas seres-para-sí. La espiritualidad es el humus sobre la que nacemos y crecemos, somos “seidad histórica”, somos "existencia", "proyecto", "trascendencia", "autonomía", "libertad". 

Con afecto Noe